Hay quienes descubren cosas increíbles sin saberlo; la población de San Pedro del Río, en Táchira – Venezuela, tiene su nombre por la prominente y entroncada afluente que le abraza por un costado; sus residentes emplearon las piedras rugosas y alargadas de esta fuente natural para revestir las salas de sus humildes casas, la mayoría requería el uso de una chimenea para soportar el frío de las alturas, propios de la zona; descubrieron en la implementación de las piedras en sus espacios, un aliado sumamente estético para las temperaturas; convirtiéndose en parte esencial de la personalidad de sus lugares.

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Piedra; suena a algo pesado y  gris, estático, lúgubre y para algunos, anticuado, para otros, que logran ver oportunidades en os desafíos, suena a experimentación, a mosaicos, a esa mezcla difícil de encontrar entre frescura y calidez, y ciertamente lo es, todo depende del tipo de piedra, del espacio y de qué tan abiertos estemos a las nuevas ideas, y a sacarle provecho al infinito abanico de colores y texturas propios de este recio material.

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En diferentes presentaciones, cada una aportando un estilo y una atmósfera diferente a los espacios, desde mármol con su ya reconocida frivolidad y delicadeza, pasando por el granito que posee un veteado natural perfecto para ser apreciado en espacios pequeños; por otra parte la pizarra y su versatilidad y precio más accesible, permite aprovechar su dualidad en su textura rugosa o lisa, dependiendo del gusto y el espacio a intervenir; utilizada comúnmente en pisos, la arenisca se muestra en una amplia gama desde beige hasta marrón oscuro, perfecta para lograr una apariencia rústica y colonial de hacienda y hasta la piedra de río, atrevida, en colores neutros y cortes irregulares, aporta dinamismo y atrevimiento, sobre todo en murales amplios que permitan apreciarla en todo su potencial.

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Definitivamente, la naturaleza tendrá siempre todas las respuestas, hasta las que nos cuestionamos en cuanto a estética y funcionalidad; aportando soluciones al alcance de la mano; en este caso, el uso de la piedra trasciende lo ornamental, evoca sensaciones, despierta la creatividad, y en su estética yace su funcionalidad; es solo cuestión de querer experimentar, jugar con sus colores y ¿por qué no? Diferentes tipos, mezclando texturas en un mosaico interminable.

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Se trata, al fin, de darle un uso divertido a algo que a simple vista, puede resultar insípido y aburrido, la piedra es un aporte para quienes buscan un acierto en cuanto a estructura, dinamismo, elegancia y les gustan los espacios fuertes e imponentes sin perder ligereza y movimiento; todo esto, nos lleva a concluir que este elemento no es tan estático como lo imaginamos, todo depende de nuestra percepción, de nuestra creatividad y la capacidad de entender las formas de una manera diferente.