¿Cómo se percibe la arquitectura sin observarla? ¿Cómo determinar las dimensiones de un espacio sin medirlo? El secreto está en vibrar con ese espacio y con los sonidos que allí se emiten, incluso si es nuestra propia voz la que resuena, está subestimado el poder de un espacio acústicamente acondicionado, dependiendo de su función y su estructura, encontramos cierta comodidad y armonía en espacios donde el sonido resuena sin convertirse en ese ruido molesto que no sabemos de dónde viene.

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Bajo este concepto, imaginemos habitaciones donde podamos conseguir ese agradable silencio al final del día, o donde nuestra música suene a todo volumen sin dañar nuestros oídos ¿Cómo sonaría nuestra casa ideal? Nuestra cocina, sala, comedor, habitaciones, todo pensado en generar esa atmosfera única y especial que cada área debe tener, y que solo se logra a través de una buena acústica, de imaginar las situaciones que pueden darse en ese lugar y de diseñar y estructurar en base a eso.

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Así como se piensan los teatros, las conchas acústicas al aire libre, las catedrales y monasterios, así mismo deben pensarse las distintas áreas de una casa, de un salón de clases o hasta de un centro comercial, teniendo en cuenta cuántos sonidos se reproducirán ahí, y cómo éstos podrían afectar las sensaciones que experimenten las personas al percibir y vivir esos espacios, teniendo en cuenta que cada sonido emitido, es una vibración que interviene la estructura y que, de no tener esto claro, puede generarse una atmósfera de caos y ruido, pudiendo hacer de esta una experiencia desagradable, aunque lo que percibamos con otros sentidos sea armónico.

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Es entonces donde queda claro que la arquitectura es un arte que se percibe de forma vívida, es una experiencia, más que una obra plástica, o una escultura habitable que se yergue a gran escala, que es percibida por todo nuestro cuerpo, hasta el punto en que vibramos con ella. Si, somos capaces de vibrar con toda una gigantesca estructura a través de los sonidos, de ahí que los cantos de los monjes pueden elevarlos a niveles sublimes de conciencia, porque resuenan con toda una estructura, un templo completo pensado en pro de esa resonancia, de los sonidos y de la vibración que éstos buscan en un espacio donde el objetivo principal es elevarse, en todo el sentido dela palabra.

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Por suerte hay una infinidad de recursos a nuestro alrededor para mejorar el sonido en nuestros espacios, desde alfombras en lugares muy ruidosos, hasta cortinas y persianas que permean disonancias, muebles que funcionan como cajas acústicas; todo es cuestión de despertar la conciencia en nuestros espacios, lo que nos molesta, eso que nos hace ruido y no sabe qué es, probablemente sea un sonido disonante. Solo así, podremos acertar en ese “estar” placentero que se busca; es, sin duda, la afirmación de que nuestros espacios vibran con nosotros y nosotros con ellos, y con todo.

THE SOUND

HOW THE SPACES VIBRATE 

SERIES THE DESIGN AND SENSES